Cuando niña solía escuchar que una mujer
no debe salir a la calle sin sus aretes. Supongo que la expresión fue
desapareciendo en la medida en que algunos hombres de este lado del mundo se
decidieron a usarlos. Hasta entonces, para muchos (demasiados a mi parecer),
los aretes fueron la prueba última de la feminidad porque ante la duda que
pudieran dejar nuestro estilo personal y/o forma de vestir, le confirmaban a
todos alrededor que indefectiblemente éramos mujeres.
No tengo nada contra los aretes, de hecho me gustan (aunque no todos). Pero
creo que los imprescindibles de toda mujer nada tienen que ver con
accesorios que pueden quitarse o ponerse sin mayor consecuencia que ser
confundidas respecto a nuestro género. Nuestros imprescindibles, aquellos sin
los que podemos fatalmente confundirnos a nosotras mismas, son
nuestras dos I´s más importantes: Instinto e Intuición. Sin
ellos, somos barcos que navegan sin brújula; aviones que vuelan sin radar.
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