"No
voy a dejar de hacer y decir lo que estoy convencida que debo hacer y decir.
Cuando no lo pueda hacer más, me voy a sembrar lechuguitas". Mariela
Castro
Admiro a las que van por esta
vida desnudas de miedo, culpa o vergüenza. Son una estirpe especial que no se
escuda tras su género, no se deja encasillar, ni permite que se vulneren sus
derechos o negocien sus principios. Mujeres que se asumen plenamente y brillan
con luz propia.
Pasan por encima del perjuicio y no prestan sus oídos a los que intentan limitar su campo de acción porqué son mujeres. No los escuchan porque saben perfectamente que pueden hacer lo que se propongan sin que sea necesario sacrificar su feminidad.
Ellas tienen alma,
instinto e intuición, la materia prima que es común a todas, pero a diferencia
de muchas, no la menosprecian a punta de ‘educación y cultura’. Unas cuantas tuvieron la fortuna
de contar con alguien que veló porque no se extinguiera su esencia. Las que no
tuvieron tal suerte, tan solo se fueron dando cuenta que no tenían que
convertirse en nada, sino simplemente, comenzar a ser. Y ¿qué era lo que tenían
que ser? Pues ellas mismas, por supuesto.
“Es una locura no ser lo que se es con la mayor plenitud posible”. Sta. María E. de Jesús
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