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domingo, 21 de octubre de 2012

Si, pero no

Si-o-no
                                                                                                                            “¿Y entonces?”.  Saguaro

Aplicar convencimiento donde lo que falta es convicción lo considero una acción que implica grandes pérdidas de tiempo y energía. Quizás por eso la indecisión y la ambigüedad son inversamente proporcionales a mi interés en cualquier cosa, sobre todo el amor.


Creo en el amor y que las relaciones basadas en el mismo son importantísimas fuente de bienestar y crecimiento, pero también creo que una que promete mantenernos a expensas de temores o caprichos, se convierte inexorablemente en nuestra tribulación. Una relación así, poco a poco agota (y mucho a mucho harta), destruyendo de paso aquello en nombre de lo cual fue establecida.
Muchas veces, con tal de ‘no perder’ apostamos por aquello que ha demostrado en ciento de miles de formas que no funciona, y que es la mejor garantía de una progresiva frustración: cambiar al otro. Ya en la quijotesca tarea, nos tropezamos con una silente o manifiesta resistencia y sorteamos los ataques de alguien que seguramente cedió en apariencia, mientras la inconformidad y el resentimiento se cocían  en la intimidad de su alma. Una variable, igualmente desfavorable y con la cual no obtenemos mejores resultados, es intentar ‘adaptarnos’.
La aceptación de que no hay maniobra o argumento que logre que recibamos de alguien lo que no quiere o no puede darnos, no nos hace cobardes, sino sensatas. Y como tampoco nadie puede (aunque lo intente) irse y quedarse al mismo tiempo, por nuestro bien y por el del prójimo, si es el caso, conviene dejar ir; abrir la puerta lo suficientemente ancha y cuidar que ningún tropiezo o resbalón lo lleve a caer dentro de nuevo.
“Para el que cree ningún argumento es necesario y para el que no cree ninguno es suficiente”. Franz Werfel

“Amar verdaderamente a alguien es hacerlo por quién es y no por su potencial”. Anónimo

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