“¿Y
entonces?”. Saguaro
Aplicar convencimiento donde lo que falta es convicción lo considero una acción que implica grandes pérdidas de tiempo y energía. Quizás por eso la indecisión y la ambigüedad son inversamente proporcionales a mi interés en cualquier cosa, sobre todo el amor.
Creo en el amor y que
las relaciones basadas en el mismo son importantísimas fuente de bienestar y
crecimiento, pero también creo que una que promete mantenernos a expensas de
temores o caprichos, se convierte inexorablemente en nuestra tribulación. Una
relación así, poco a poco agota (y mucho a mucho harta), destruyendo de paso
aquello en nombre de lo cual fue establecida.
Muchas veces, con tal
de ‘no perder’ apostamos por aquello que ha demostrado en ciento de miles de
formas que no funciona, y que es la mejor garantía de una progresiva
frustración: cambiar al otro. Ya en
la quijotesca tarea, nos tropezamos con una silente o manifiesta resistencia y
sorteamos los ataques de alguien que seguramente cedió en apariencia, mientras
la inconformidad y el resentimiento se cocían
en la intimidad de su alma. Una variable, igualmente desfavorable y con
la cual no obtenemos mejores resultados, es intentar ‘adaptarnos’.
La aceptación de que
no hay maniobra o argumento que logre que recibamos de alguien lo que no quiere o no
puede darnos, no nos hace cobardes, sino sensatas. Y como tampoco nadie puede
(aunque lo intente) irse y quedarse al mismo tiempo, por nuestro bien y por el
del prójimo, si es el caso, conviene dejar
ir; abrir la puerta lo suficientemente ancha y cuidar que ningún tropiezo o
resbalón lo lleve a caer dentro de nuevo.
“Para el que cree ningún argumento es necesario y para
el que no cree ninguno es suficiente”. Franz Werfel
“Amar verdaderamente a alguien es hacerlo por quién es y no por su potencial”. Anónimo
“Amar verdaderamente a alguien es hacerlo por quién es y no por su potencial”. Anónimo
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