"Al fin y al cabo, esta historia no va de espías y sectas
estatales, sino de la violencia que se comete contra las mujeres, y de los
hombres que la hacen posible". Mikael
Blomkvist
El título de la
adaptación americana de la primera película de la Serie Millennium: The girl
with the dragon tattoo = La chica del tatuaje dragón, se divorcia
completamente del nombre de la original sueca: Män som hatar kvinnor = Los
hombres que no amaban a las mujeres. Es obvio que Hollywood se quiso cuidar
de que el título indujera al público a la confusión con ‘otra historia’ de
lágrimas y desamores, prefiriendo utilizar como gancho una llamativa
característica de una sombría y singular muchacha.
Defensor a
ultranza de los derechos humanos y torturado por la impotencia de haber
presenciado en su juventud la violación grupal a una chica, Stieg Larsson
recurrió a la ficción para denunciar la impunidad en que se diluyen miles de
casos de violencia en su país (todo lo que se
te ocurra, desde el incesto hasta el tráfico de personas) muy especialmente,
contra la mujer (si querida, en Suecia también).
Aunque queremos
creer que la violencia se extingue conforme se
supera la pobreza y el atraso, la realidad es que es tan común en los países
ricos y desarrollados del primer mundo, como en cualquier rincón
tercermundista, o sea, que el asunto es más cuestión de consciencia que de desarrollo.
Sueca o americana
(y en letras más que en pantalla), está saga es cuando menos aleccionadora y
tanto lo es, que hace desear que ojalá y realmente se hubiera tratado de otra
historia más de lágrimas y desamores, pero en este caso, tristemente, cualquier
parecido con la realidad no es pura coincidencia.
“La única forma de que cambien las cosas es que las
mujeres nos pongamos en pie, como hice yo. Mientras eso no pase, todo seguirá
igual. Tenemos que ayudarnos unas a otras”. Mujtar Mai (Víctima de violación
múltiple 'por honor' en Pakistán).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¿Qué opinas de este artículo?