A
María Eladia, pues cuando ardió la pérdida, reverdecieron los maizales”. Alejandro González Iñarritú
La cita anterior es
la dedicatoria que aparece al final de la película 21 gramos. Era obvio
que contenía algo más que la moraleja de la historia y me preguntaba si su
creador hacía alusión a alguna vivencia muy personal. No me equivocaba. María
Eladia es su esposa. Con ella comparte familia e intereses profesionales, así
como la terrible experiencia de haber perdido al primero de sus hijos, a pocos
días de nacer. Fue un verdadero infierno, como cabe imaginar y el dolor casi
los destruye.
En una entrevista, Iñarritú afirmó que estaba tan fuera de sí cuando murió Luciano que llegó a considerar maneras de vengarse de los doctores que lo trataron, que a su entender, no habían hecho lo suficiente por conservarle la vida, pero que tras un fuerte proceso llegó a comprender que, sin importar lo que hiciera, nada se lo devolvería. “Tuve que encontrar el modo de dejarlo ir porque sabía que si no lo hacía me volvería loco”, dijo.
No
presumo de conocerlos, pero personalmente considero que si de todas las cosas
terribles y antinaturales hubiera que elegir una como la peor de todas, esa
sería sobrevivir a un hijo. Estoy segura que si ese hombre hoy puede referirle
el tema a su esposa con tan profundas y hermosas palabras, es porque el horror
de la muerte desembocó en una especie de renacer para ambos.
Si, el
dolor de la pérdida paraliza, pero lo cierto es que aunque así lo parezca al
principio, no es perpetuo. Hay tiempo en que nos cubre y no hay nada más que
hacer, sino abrazarlo, pero también hay tiempo para liberarlo. Llega un momento
en que tenemos que hacer las paces con la vida; sentir el ritmo interno que nos
indica cuando llega el momento de continuar. No será como antes (nunca lo es
porque la vida no es estática) pero podemos levantarnos, dar un paso hacia
adelante y procurar que lo aprendido en el proceso nos sirva. Siempre y cuando
lo permitamos, lo hará.
Son momentos dónde te destruyes o renaces.
ResponderBorrarA veces el mejor arte es hijo de una horrible experiencia.
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