“…Dentro del súper nadie piensa en la muerte”. Ann
Por lo regular, la propia muerte es un evento en el que
preferimos no pensar. Evitamos el tema rayanamente y nos acomodamos a la idea de
que es una realidad tan inminente como lejana. Pero ¿qué haríamos si sintiéramos
su proximidad?
A tal reflexión empuja la película Mi vida sin mí. La protagonista es Ann, quien es diagnosticada
con un tumor maligno en fase terminal. Este es su panorama al momento de recibir
la noticia:
Tiene
apenas 23 años, es madre de dos niñas, vive en una caravana estacionada en el
patio de una madre enojada con la vida, trabaja de noche limpiando las aulas de
una universidad a la que no puede asistir, su marido trabaja ocasionalmente y no
ve a su padre desde que éste entró a prisión hace 10 años. También es apoyo y
confidente de Laurie, quien canaliza en su trastorno alimenticio un trauma no
superado.
Aunque la noticia la impacta, Ann toma una actitud nada
usual frente a la situación. Ni se molesta, ni se deprime. Tampoco se lanza
desaforadamente a ganarle una carrera al poquísimo tiempo que le queda. Por el
contrario, encara su nueva realidad sin dramatismo alguno. Se dirige a una
cafetería y como si del acto más natural se tratara, escribe una lista de 10
cosas que hará antes de morir:
1.
Decir a mis
hijas que las quiero varias veces al día.
2.
Encontrar una
buena chica para Don que también le guste a las niñas.
3.
Grabar
felicitaciones de cumpleaños para mis hijas todos los años hasta
que cumplan los 18.
4.
Ir todos
juntos a Whalebay Beach y hacer un gran
picnic.
5.
Fumar y
beber todo lo que quiera.
6.
Decir lo que
pienso.
7.
Hacer el
amor con otros hombres para ver cómo es.
8.
Hacer que
alguien se enamore de mí.
9.
Ir a ver a
papá a la cárcel.
10.
Ponerme
uñas postizas (y hacer algo con mi pelo).
En lo adelante, Ann reflexiona sobre todo lo que sucede a su alrededor. Va reconsiderando el valor de las cosas, mientras que silenciosamente y desde el marco de su cotidianidad va cumpliendo todo lo listado. En el proceso desecha las acciones que no la convence del todo (teñirse el pelo) y las actitudes que se oponen a sus valores (ser cruda con la gente).
Ann no llegó a los 25 y sin embargo vivió lo suficiente. Y eso fue posible porque frente a la prueba más grande de su corta vida, decidió
lo que le importaba e hizo lo necesario para alcanzarlo. Y sin embargo, no es
necesario sentir la muerte cerca para hacerlo.
“Rezas
a no sabes qué ni a quién, pero rezas, y no sientes nostalgia por la vida que
no tendrás, porque para entonces habrás muerto, y los muertos no sienten nada,
ni siquiera nostalgia. …todas esas cosas
que dicen los libros que no has leído. ¡Esta eres tú! ¡¿quién lo iba a decir?… tú!”. Ann
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