“Nunca insistiré demasiado en la conveniencia de clavar
las cosas en la tierra para que no nos sigan dondequiera que vayamos”. CPE
Hace algunos años, una buena amiga me contó algo sobre lo que después
reflexioné bastante. Sus palabras me llevaron a la conclusión de que,
ciertamente, el único tiempo que vivimos
es el presente. Esto fue lo que me dijo:
Alrededor de los 30, me puse a pensar sobre lo
que había sido mi vida hasta ese momento. Me di cuenta que mirando hacia atrás
y entreteniéndome en los recuerdos dolorosos, me había perdido de mucho.
Entonces tomé la decisión de hacer lo
que fuese necesario para cambiar mi situación.
No tenía claro por dónde empezar, pero sí que quería hacerlo. Al principio parecía no avanzar mucho, pero de
alguna manera lo logré. Cuando dejé de escarbar en mis heridas, empecé a sanar y por primera vez experimente
lo que es vivir realmente.
Ella aprendió que si bien las heridas son inevitables, vivir a través de
ellas es una elección. Ahora sabe que el dolor no es para siempre y que la
mejor manera de lidiar con él es enfrentarlo (reconocerlo, sentirlo y dejarlo
ir); rechazando sentirse (y
comportarse) como la persona más desgraciada de esta tierra.
Aprendió a procurar que sus heridas sanen y a mirar sus cicatrices con
orgullo porque, después de todo, había sido lo suficientemente fuerte como para
sobreponerse a esas cosas que en su momento le hicieron pensar que no
sobreviviría.
Aprendió que
su determinación es decisiva y que para seguir adelante hay que hacer eso que
es tan difícil y que sin embargo, tanto
bienestar nos retribuye: hay que perdonar.
Así que ahora ella perdona. Y lo hace, no porque sea demasiado buena,
pendeja o santa, sino porque que se ama lo suficiente como para no permitir que
el sufrimiento consuma su vida. Se dio cuenta que el perdón no es tanto un acto
de bondad como de inteligencia y que es el precio de su libertad.
Se dio cuenta que perdonar resulta más fácil si se empieza por una misma.
“Si nuestra naturaleza salvaje ha sido herida por algo
o por alguien, nos negamos a echarnos al suelo y morir. Nos negamos a
normalizar esta herida. Recurrimos a nuestros instintos y hacemos lo que hay
que hacer”. CPE
“Lo más importante del perdón es empezar y continuar. El
cumplimiento es una tarea de toda la vida”. … Tú eres la que tiene que decidir cuándo
perdonar y qué ritual se deberá utilizar para celebrar el acontecimiento. Tú
decides qué deuda no se tiene que seguir pagando. La mujer es la que decide”.
CPE
“Di la verdad acerca de tu herida y entonces
comprenderás el remedio que le tienes que aplicar. No llenes el vacío con lo
que te resulte más fácil o lo que tengas más a mano. Espera a encontrar la
medicina adecuada. La reconocerás porque tu vida será más fuerte y no más débil”.
CPE
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