“No existe ningún momento limpio y ordenado para nadie”.
CPE
Es natural y sensato protegernos
cuando atravesamos eventos contundentes. Para minimizar los daños,
instintivamente reducimos nuestros movimientos y así permanecemos a la espera
de que el ambiente se torne menos hostil. Tal actitud es saludable, siempre y
cuando no la prolonguemos indefinidamente, no sea que lleguemos a
petrificarnos.
Sucede que a veces,
esperando el momento perfecto
perdemos la oportunidad, ese instante en el cual nuestra actuación nos puede
resultar de mayor provecho y que a veces dejamos pasar por temor a no poder
resistir lo que venga. Entonces, por si acaso, asumimos una actitud de fingido
control y soporte, y nos limitamos a esperar la correcta alineación de los astros. En realidad es que aún teniendo
la suerte de que se pongan, no tendremos garantías.
Cuando
indefinidamente evadimos o postergamos el enfrentamiento de las situaciones
difíciles, nuestra energía fluctúa entre el temor y la frustración. Prolongamos
el sufrimiento sin que ello signifique que al final las cosas se compongan o al
menos mejoren.
No intento una
alegoría a la irresponsabilidad, pero si una invitación al coraje. La vida, no importa cuánto cuidado tengamos, ni que tan bien nos
comportemos, es y siempre será imprevisible.
El miedo y el
valor coexisten en cada una de nosotras. La cuestión es decidir por cuál de los
dos decantarnos cuando nos encontremos frente a un reto. Yo confío en que si
apelamos a nuestro interior, encontraremos lo necesario para capear el
temporal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¿Qué opinas de este artículo?