Salvo que nos convirtamos en robots, (y que yo sepa
nadie quiere) erraremos. Sin embargo, podemos identificar y trabajar los
hábitos que nos mantienen en guiones que alejan la plenitud de nuestras vidas.
Es un ejercicio que requiere nuestra dedicación, pero que rinde buenos frutos.
TOP TWELVE DE LOS ERRORES
FUNDAMENTALES
1. Buscar fuera lo que
está dentro. No
importa cuanto nos empeñemos en hacer el camino inverso, todo lo que esperamos
de la vida debemos buscarlo primero dentro de nosotras y dejarlo salir
(alegría, paz, seguridad, serenidad, prosperidad, armonía, respeto, amor…). Recibimos lo que damos.
2. Amargarnos. La mayoría de nosotras está hambrienta por recibir
de otros lo que necesitamos darnos a
nosotras mismas. Aceptemos que el mundo no gira a nuestro alrededor. Hagamos nuestra tarea.
3. Reprimir nuestras
emociones. Por más que muchos lo afirmen, las emociones
no nos estorban. Todas ellas cumplen funciones básicas para nuestro bienestar y
supervivencia (si, también la tristeza, el dolor, el miedo y la rabia). La
clave es no casarnos con ninguna y más bien fluir a través de ellas de una
forma asertiva. Lo que nos procesamos nos
procesa.
4. Negar lo que somos. Peor que la falta de auto-aceptación, la
auto-negación es falta de auto-amor. No importa que tanto nos acostumbremos a
aparentar, o que tan bien nos quede el disfraz que decidamos llevar, nunca
podremos ser felices en ese estado.
Desde nuestra autenticidad nos damos y damos a los demás lo mejor de
nosotras mismas. Tu rareza (tu
singularidad) es tu patrimonio.
5. Negar el momento. Ahora es el único instante en que podemos actuar
porque es el único momento real. Lo
que fue y lo que será solo existe en nuestra mente.
6. Descuidar nuestro
bienestar. Esto lo
hacemos cada vez que: postergamos nuestra vida, mal administramos nuestra
energía, desatendemos uno o más aspectos de nuestra salud (física, emocional,
mental o espiritual), nos martirizamos y/o no somos interdependientes.
7. Subestimar nuestra
capacidad de cambiar. Cambiar duele y no es tarea fácil, pero es necesario y no es imposible.
El reconocimiento de nuestra necesidad de cambios
y la intención de producirlos equivalen al 50% de la tarea.
8. Sobreestimar nuestra
posibilidad de cambiar a otros. Ni la acción más noble, ni el más genial argumento hará cambiar a quien
no reconoce, ni siente la necesidad de hacerlo. Siempre podemos motivar y
apoyar el proceso, pero no podemos forzarlo.
9. Permitir que otros
nos determinen. Conducir el tren de nuestras vidas es nuestro derecho absoluto y nuestra
total responsabilidad. No somos la asignatura pendiente de ningún otro ser
humano. No está mal escuchar sugerencias, pero aceptarlas o rechazarlas es
nuestra decisión.
10. Reaccionar. Lo hacemos cuando actuamos al calor del momento y
sin medir consecuencia, lo que no es necesario (ni recomendable) a menos que se
trate de una situación de riesgo. Actuar luego de haber sopesado como
responderemos es una mejor opción.
11. Resignarnos. Siempre podemos acogernos a nuestro derecho a no
aceptar lo inaceptable, ni negociar lo no negociable. Cada una sabe cuáles son
esos asuntos.
12.No perdonar. Nuestra paz es el precio que pagamos por no perdonar.
Cada momento que permanecemos en el resentimiento es tiempo que solo produce
daño a quien lo alberga. Es como leí por ahí: tomarse una cucharada de veneno esperando a que sea otro el que muera.
Es innegable que el perdón es un acto desafiante y exigente, pero en igual
medida es liberador. ¡Comencemos por nosotras mismas y comencemos ya!
Importante: El cambio es posible, pero se da paulatinamente. Para
lograrlo no es necesario que nos volquemos a esa cosa estresante llamada infalibilidad o a la cosa aburrida
llamada perfección, sino que cuidemos
que la fuerza de la costumbre no nos lleve a normalizar patrones destructivos. Lo normal es estar bien.
“Jamás es un error buscar lo que una
necesita. Jamás”. CPE
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