Me refiero al hogar
espiritual, ese lugar especial donde nos sentimos libres y seguras; nuestro
refugio cuando necesitamos resguardarnos del caos del mundo. Allí es donde
podemos revitalizar nuestra alma en los momentos que nos sentimos desfallecer
así como aprovisionarnos de paz, energía e inspiración, todos valiosos tesoros
que debemos resguardar para utilizarlos en el exterior en los momentos que se
precisen.
Allá es a donde nos transportamos cuando un breve e inesperado estímulo (palabra, sonido, visión,
recuerdo) toca la fibra de nuestro ser ,
pero al esfumarse tan rápidamente, nos queda el anhelo por esa mágica
sensación.
Podemos ir al hogar sin depender del azar. Para ello tenemos a nuestra
disposición más de un camino: nuestra vida creativa, nuestros vínculos internos
y convicciones, las cosas que nos interesan y todo lo que amamos.
“Cualquier mujer que permanezca
demasiado tiempo alejada de su hogar espiritual, se cansa. Tal como debe ser.
Entonces busca de nuevo su piel para recuperar el sentido del yo y del alma y
restaurar su perspicaz y oceánica sabiduría”. CPE
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