Hace varios años fui invitada una fiesta a
la que una amiga asistió acompañada por su padre. La actividad no estaba
especialmente animada, pero en ella fui testigo
de algo que al día de hoy no olvido.
Junto a su pareja y con un niño en brazos, llegó una muchacha algo mayor
que los de mi grupo. Pasaba frente a nosotros cuando de repente se quedó
petrificada al ver al padre de mi amiga. Su perturbación fue tal que no pudo
disimularla. Repentinamente, le atacó un “fuerte dolor de cabeza” y se marchó
con su familia.
Al rato, el padre de mi amiga hizo un en minigrupo con los
varones para vanagloriarse de haberse “tirado” a aquella chica hace unos
años y jactarse de que todavía ella se ponía nerviosa al verlo…
Es muy posible que ella no tuviera sentimientos de amor hacia este hombre,
pero era claro que le tenía miedo y posiblemente sentía vergüenza de solo
pensar que la pusiera en evidencia. Al salir corriendo, le dijo sin palabras a
este "encantador" caballero que se sentía marcada por lo que
habían vivido en el pasado. Lo que ella no sabía, y ojalá que ahora sepa, es
que cuando nos comportamos como ganado damos a otros permiso para que nos
traten como tal.
Yo propongo, no que ignoremos nuestros errores, pero si que los superemos,
nos perdonemos y no le creamos a quien afirme o insinúe que valemos menos por
haberlos cometido. Aún pese a la burla y la infamia, podemos esforzarnos en
superar nuestro pasado, sin necesidad de auto sentenciarnos a vivir bajo
el miedo y la vergüenza.
Mientras respiremos tendremos garantizadas tres cosas: la muerte, los
impuestos y el error. El último puede remediarse si tomamos el guión en
nuestras manos, lo revisamos y lo reescribimos.
Estoy totalmente de acuerdo con tu comentario.
ResponderBorrarY Dios te bendiga por tus palabras liberadoras y de superación.