Ya hablamos antes de las I´s buenas y su importante papel en
nuestras vidas. Esta vez nos dedicamos a sus contrapartes: ingenuidad,
imprudencia e inexperiencia, cada una dañina per se, y
nefastas en cualquiera de sus combinaciones. Cierto es que estas
últimas superan a las buenas en número, y que además son lo
suficientemente engañosas como para que algunos las consideren cualidades
deseables, pero no son obstáculos insalvables.
Comencemos por la tan bien aceptada,
pero no por eso menos dañina, Ingenuidad. Elevada por muchos a la
categoría de "limpieza de espíritu", es en realidad un despreocupado
y peligroso "no me entero", un "me lo creo todo" que
nos convierte en blancos demasiados fáciles. Antes que inocentes
nos hace débiles.
Puesto que
sirve de combustible para las acciones repentinas que no miden
consecuencias y, aunque a veces es comparada con el arrojo y
la valentía, la Imprudencia está mejor emparentada con
la irresponsabilidad. Bajo su influjo nos creamos situaciones, cuando
menos, desagradables y cuando más, desastrosas.
Por su parte, la Inexperiencia es una combinación de descuido y
desconocimiento a partes iguales. Nos conduce al mal manejo de las
situaciones por una deficiente lectura de las señales del
ambiente. Vivimos en ella cuando
atravesamos eventos determinantes desaprovechando el aprendizaje que
nos ofrece el proceso. Nos queda entonces esa horrible sensación de
que no podemos hacer nada respecto al hecho de que "cosas
malas" se nos repiten cíclicamente. Como dicen por ahí: "nos la
pasamos repitiendo curso".
El trío anteriormente descrito pasta en el campo de la Inconsciencia (la mala I mayor). Ser insconsciente es andar en automático, ausentes de nosotras mismas, ignorando nuestras capacidades y oportunidades, y reaccionando a todo, cuando mejor nos valdría actuar.
¿Podemos contrarrestar los efectos de este lamentable estado? Si, podemos hacerlo tomando la decisión de luchar, a capa y espada si fuera necesario, por alcanzar nuestra Consciencia, y una vez lograda la meta, mantenernos, también a toda costa, dentro de ella. Ciertamente, supone un agotador esfuerzo, pero vale la pena porque es también uno de los más satisfactorios.
"Comprender al depredador es convertirse en un animal maduro que no es
vulnerable por ingenuidad, imprudencia o inexperiencia". CPE
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