Cuando
las cosas van mal o simplemente no van, lo último en lo que viene a nuestras
cabezas es el optimismo y por lo regular asumimos una de dos posiciones
extremas: nos resistimos a lo que es (haciéndonos daño, por supuesto), o nos
declaramos incapaces y sin opciones (haciendo lo peor que sé puede hacer: nada).
Pelearnos
con la vida no funciona, como tampoco funciona cubrirnos con un manto de
impotencia y resignación. Una mejor salida es aceptar la situación. Esto significa
que en vez de darnos cabezazos o quedarnos de brazos cruzados, nos detenemos
ante el panorama, afinamos nuestros sentidos, nos conectamos con nuestro
interior, con nuestra espiritualidad y hacemos lo necesario. En el proceso
adquirimos claridad y recargamos baterías.
Nuestras
vidas son sucesiones de eventos con oportunidades para descubrir quiénes somos
y donde estamos en relación a lo que queremos.
Como en los juegos de cartas, el jugador no gana porque las suyas sean
buenas o mejores, gana porque las usa bien, y aún cuando no gana, la práctica
del juego afina sus facultades.
“Resistir
no significa ser una víctima sino ser valiente y arrojada ante la adversidad.
Aunque una persona no pueda modificar por completo una situación o un destino,
debe entregarse a ello con todas sus fuerzas a pesar de todo”. CPE
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¿Qué opinas de este artículo?