Reportera: Si le
diera un consejo a una mujer, ¿Cuál sería?
Edith Piaf: Que ame
Reportera: ¿Y a una
joven?
Edith Piaf: Que ame
Reportera: ¿Y a una
niña?
Edith Piaf: Que ame
La vie en rose
Con estas
palabras concluyó la talentosa Edith Piaf su última entrevista, la cual tuvo
lugar casi al final de una vida que conjugó talento y éxito con tragedia y
enfermedad. Me resulta tan sorprendente como conmovedor que fueran palabras de
quien se vio sometida a terribles vicisitudes.
El consejo
de la Piaf es el más hermoso que yo haya escuchado. Me sirve para hacer la contra
a la amargura de quienes afirman que el amor no les interesa, que le perdieron
la fe o que es una fantasía imposible; los mismos que “aprendieron” que es un
tortuoso calvario en cuyo nombre se consumen (e invierten) altas dosis de:
drama, aguante, chantaje, represión o desgaste.
No creo
que estas personas mientan, pero sí que están confundidas, porque la fuente de
tales males es el miedo, no el amor. Con el amor que intentemos vivir desde
nuestros temores y debilidades obtendremos, no una sino todas las veces, muy
pobres resultados.
Me
gustaría que aparte de lenguaje, el amor también tuviera voz y que un día,
harto de tanta mala campaña, mandara a callar a sus detractores. De seguro
diría algo así como:
En verdad soy un riesgo, el
más hermoso y valioso de todos, pero riesgo al fin y al cabo.
Muchos piensan que soy
sacrificio, pero más que eso soy esfuerzo y decisión.
Yo solo existo en libertad,
así es que dejen de confundirme con sus apegos. Puedo ser lazo, pero no cadena.
No me perviertan en nombre de
su necesidad. Cada vez que lo hacen me condenan a muerte.
Soy valiente y por eso le
pongo el pecho a la culpa, a la negación y hasta al peor de mis enemigos que es
el miedo, no el odio.
Soy un campo fértil pero no
inagotable. Languidezco con sus descuidos.
Yo puedo mejorar sus vidas,
pero ustedes deben hacer su tarea. Si van a arriesgarse conmigo, escuchen
primero a su interior y enfrenten el temor a sentirte vulnerable.
Y por favor, ya dejen de
justificar con mi nombre las barrabasadas que se hacen a sí mismos y a quienes
dicen prodigarme. Yo SIEMPRE estremezco, pero NUNCA daño.
“El amor es una bellísima flor, pero
hay que tener el coraje de ir a buscarla al borde de un precipicio”. Stendhal
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