No creo que
nadie que vea la fantástica película ‘La
historia sin fin’ pueda no conmoverse durante la escena en que el heroico Atreyu suplica a Artrax que no se deje abatir por la tristeza, mientras que
impasible ante la desesperación de su amigo, el hermoso corcel se deja hundir
en el ‘Pantano de la Desesperanza’.
Tan desoladora como ese pantano, así es esa sensación que hasta la más
optimista y resistente ha de experimentar en algún momento de su vida.
Todas
pasamos por esas situaciones en que un frío desamparo nos oprime el pecho y la
impotencia nos lleva al borde de dejarnos ganar por la pena. Y es que, a veces
y sobre todo en esos críticos momentos, ´algo´ nos hace sentir acorraladas e
indefensas ante la oscuridad que se abate sobre nosotras. Ese algo es el depredador de la psique (mente); una
amenaza constante que se alimenta de nuestros complejos.
Cuando no
obtenemos lo que buscamos, o no se da como lo queremos, el depredador nos
hace cuestionar nuestra valía y capacidad. Nos hace dudar que nuestros sueños
sean alcanzables o que los merezcamos, que nuestros esfuerzos valgan la pena o
que contemos con lo que se requiere.
El depredador es la causa principal de que necesitemos a la mujer salvaje. Mientras la labor de él es
lograr que dudemos y desesperemos hasta abandonar, la de ella es que no lo
logre. Para eso ejercitamos las facultades innatas que nos permiten advertirlo
y contrarrestarlo.
“Sí
hiciéramos una lista de todas las pérdidas que hemos sufrido hasta este momento
de nuestras vidas, recordando las veces en que sufrimos decepciones y fuimos
impotentes contra el sufrimiento o tuvimos una fantasía llena de adornos y de
azúcar glas, comprenderíamos que ésos son los puntos vulnerables de nuestra
psique (mente). En estas partes deficientes y desvalidas se centra el
depredador para ocultar su propósito de arrastrarnos al sótano, extraernos la
energía y hacerse con ella una tonificante transfusión de sangre”. CPE
“Si nos negamos a prestar atención al depredador, éste
se queda sin fuerzas, pues no puede actuar sin nuestra colaboración. Le
extraemos lo que éste nos había robado, es decir, el vigor y la sustancia”. CPE
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