Pese a la fortaleza que le caracteriza, es importante proteger el alma de aquellas actitudes y circunstancias de la vida que suelen desgastarla.
La piel del alma es
resistente, pero también sensible. Sufre cuando es sometida
inmisericordemente a: el ego excesivo, las
exigencias, insatisfacciones y frustraciones (propias o ajenas), así como
a la ambición desmedida y la pretensión de ser fuentes
inagotables para los demás. Si lo permitimos, estas cuestiones nos
laceran y nos hacen vulnerables porque sus efectos actúan en
detrimento de nuestros instintos.
"El robo de la piel del alma no se debe exactamente a la adecuación o
inadecuación de una persona o cosa, sino a su coste en términos de tiempo,
energía, observación, atención, vigilancia, estímulo, instrucción, enseñanza y
adiestramiento". CPE
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